Hace unos días me regalaron por mi santo una película: "El Manantial", y ha sido una de las mejores que he visto. Dejadme que os resuma el argumento:
Howard Roark es un arquitecto rechazado desde sus inicios universitarios porque sus ideas son demasiado arriesgados para el pensamiento y los gustos establecidos, y que luchará hasta el final por no ver alterada su obra por aquellos que no ven más allá de lo clásico y que imponen el autosacrificio a favor de las masas sin dar cabida al individualismo intelectual.
Dejando aparte que Gary Cooper hace un papelón (como siempre) y que los secundarios son extraordinarios, la película es necesaria, no digo bonita ni interesante (que también!!) digo necesaria. ¿Y por qué?. Pues muy sencillo, porque nos hace falta que nos recuerden que necesitamos un poquito de originalidad, de riesgo, que no sea todo dedicado al borreguismo intelectual; mirad, os contaré un secreto, "las masas" no existen, porque la masa es el conjunto de muchas individualidades y cada una de ellas con ansias de explotar su potencial y de que se atiendan sus necesidades intelectuales.
Hacen falta (son necesarias) personas que nos enseñen (o recuerden) a ser íntegros, a no transigir, nuestras ideas son lo que verdaderamente nos hacen ser como somos, nuestros principios son nuestros y tenemos derecho a defenderlos. Quizá tuviéramos que desempolvar esa especie de "egoísmo" con el que nacemos, a veces tan necesario para recordarnos que "lo mío es mío y de nadie más" (intelectualmente hablando, claro); si una idea es grandiosa tenemos que luchar por ella sin ceder ante aquellos que quieren cambiarla, apoyar a los que son innovadores en su campo y sobre todo no dejarnos llevar por el miedo al fracaso cuando nos veamos ante el dilema de elegir entre nuestros ideales o transigir, porque por mucho que nos costase elegir, todos sabemos con qué opción tendríamos la conciencia tanquila.
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