El sábado fue el cumpleaños de Felpa y, por supuesto, lo celebramos.
Habíamos quedado en la Glorieta de Bilbao a las 21:00, porque a las 21:30 teníamos reserva en el Peggy Sue. Pues cuando llegamos allí Minovio y yo, que ibamos juntitos y revueltos, nos encontramos al resto sentados en una terraza tomando algo. Felpa nos dijo que había habido un error y que al final la reserva era a las 22:30, así que hasta esa hora todos tuvieron que estar aguantando el rugir de mis tripas. Aprovechamos ya que teníamos todo ese tiempo allí para contarnos cosetas, de como nos va todo a unos y a otros. Y de paso decidimos darle los regalos. Estos consistían en: un libro titulado Las matemáticas de Oz (también conocido como Cosas que sólo Felpa entiende), que creo que le encantó porque no paró de ojearlo hasta que lo guardamos en el coche; una camiseta en la que salía un perrito blanco sobre las letras "¡Qué vida más humana!"; y un gatito de peluche, llamado Cafeina, para que vaya entrenándose antes de tener a su gatito de verdad, que se llamará Muerte.
Tras esto nos fuimos al Peggy Sue, dónde no nos dejaron entrar al primer intento porque una pareja estaba ocupando nuestra mesa. Por suerte ya estaban terminando el postre. Aún así les miramos mal desde fuera, claro. Lo mejor es que la pareja resultó ser una profesora y un camarero de la universidad de PaChueca. Por lo demás la cena muy bien, excepto porque Alej, Minovio y yo estabamos apartados en una mesa a unos 50 centímetros de la mesa donde se encontraba el resto. Por qué la mesa estaba fija en el suelo es algo que creo que nunca comprenderé. La comida rica, aunque me quedé con ganas del Brownie.
Después nos fuimos, como no, al Cherokee. Me encanta. Cada vez me gusta menos beber en la calle, prefiero hacerlo allí. Aquí ocurrió algo que marcaría el resto de la noche. Le compraron a Felpa una corona de princesita, con mariposas y colorines. Estaba tan guapo con ella que me costaba resistirme a lanzarme en sus brazos, incluso delante de Minovio. Además allí me encontré con unas amigas, una de las cuales no había visto desde hace mucho y me hizo mucha ilusión. Y a pesar de que el local es esencialmente para beber y la música está bastante bajita nos animamos a bailar el Waka Waka todos. Y ya sabéis todos lo que me gustan las coreografías grupales.
Aquí hubo un debate sobre dónde ir después, con dos opciones principales: huertas o Long Play. Y fuimos al Long Play. Yo no sabía si entrar o no porque se había hecho bastante tarde y al día siguiente quería madrugar, por lo que no pensaba quedarme hasta el último búho. Al final me quedé, por Felpa, claro, y me fui en el último búho. Lo malo es que casi no vi a Felpa una vez entramos en el Long Play. Tras un rato sin verle, nos fuimos a la planta de arriba a ver si estaba por ahí y después a la calle. Y nos quedamos en la calle porque hacía más fresquito. Así hasta que dije, "Oye, que no llego al búho!" Y volvimos a buscar a Felpa, porque no podía irme sin despedirme de él. Y esta vez sí que le encontramos. Nos despedimos y eso es todo lo que sé de esa noche. No sé cómo la acabaría el cumpleañero.
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